Leda Valladares tiene 20 años y está por descubrir el grito remoto de la baguala. Los versos cantados de la quebrada impactan en la sensibilidad de la poetisa y musicóloga. La cultura oral y anónima de los valles se apodera de las siete décadas que le quedan de vida. Leda Valladares (1919-2012) escribe: "allí donde la sonoridad de lo callado/ es la venganza de las cosas oprimidas y tensas/ allí he corrido impetuosamente".
Ronda inmensa
Los seres marcados dejan marcas en su próximo prójimo, como llamaba el uruguayo Mario Benedetti a la comunidad. El hierro candente de Leda Valladares señaló al cantautor Gustavo Santaolalla, a la investigadora Miriam García y a la coplera amaicheña Felisa Arias de Balderrama. Ellos están llenos de ella y de su música-tierra-paisajes. Llenos hasta rebalsar, y llenos de ganas de decir coplas y de cantar para Valladares con los niños de Tucumán.
Y juntos, colectivamente, hicieron realidad el proyecto de una juntada en el anfiteatro de El Cadillal. Temprano fueron llegando los chicos de todas partes con sus cajas, sonrisas y maestros de Música. Algún desabrigado pasó frío, culpa de las locuras del tiempo. Pero las ganas contagiosas de compartir una docena de tonadas encendió al viernes gris.
Y ayer nadie se quedó fuera de esa ronda inmensa que fue el Encuentro de Canto Colectivo "Leda Valladares, La Copla Viva". El recuerdo de la comprovinciana homenajeada se elevó alto. Mérito tiene quien intervino incansable y decisivamente (con grabaciones, registros, publicaciones, recitales, etcétera) para impedir la desaparición de la cultura profunda de los Valles Calchaquíes. Hacia allí arrastró impetuosamente la musicóloga Leda Valladares a sus discípulos con una obra esencial: la serie de discos titulada "Mapa musical argentino".
Receta para coplear
La estrella estelar e internacional de la mañana será Santaolalla (del rock al tango; de dos bandas de sonido ganadoras del Oscar a hermano del alma de León Gieco; de Hollywood a El Cadillal), pero los flashes persiguen a la coplera Arias, que este viernes a la madrugada bajó del cerro sin poncho ("vaya a saber dónde quedó", cuenta apenada) y con la compañía de la nieta veinteañera que le sigue los pasos, Andrea Mamondes.
"A mí me gustan las cintas verdes/ porque es color de esperanza/ pero más me gusta el tamal que me llena la panza", canta Arias, de 87 años, percutiendo con firme suavidad una caja la mar de decorada. Sentada sobre el banco de piedra, con el dique deprimido por la seca como escenografía, ella habla macanas: "invento las letras en mi 'computadora'" (se toca con picardía las canas tapadas con sombrerito de paño). Y jura que para coplear sólo hace falta voluntad: "si le gusta, agarre la caja y déjese llevar".
La vaquita color canela
Se deja llevar Andrea Cardozo, directora del coro Fladem-Tuc, que llama al señor silencio con la simpatiquísima canción "Calipso". Un millar de niños se prende en el juego y se prenden también las autoridades presentes: la ministra Silvia Rojkés, el secretario Oscar Bercovich, el director José Luis Castiñeira de Dios y Mauricio Guzman, titular del Ente Cultural. A Cardozo le sobra apoyo coral: los docentes de Música, que llevan tiempo capacitándose en la copla (y llevando la copla al aula), vocean como el que más.
Ya empieza el Encuentro de Canto Colectivo; ya se animan Miriam García y el músico Hugo Rodríguez, y ya cantan "Tonada de Maimará" y "Banderita Colorada". Cajas y gargantas se desgañitan y sueltan: "cuando el pobre anda queriendo/ viene el rico y se atraviesa/ el pobrecito se queda/ rascándose la cabeza".
Y ya toma el micrófono el maestro Santaolalla. "Leda es la responsable de que estemos aquí. Donde andes, esto va para vos", reza y arremete con "Tonada de Coctaca": "tengo una vaquita mansa/ la vaca más buena moza/ de fondo color canela/ y manchas de mariposa". Más coplas aparecen y se van, y el cantautor agarra la guitarra acústica para entregar dos piezas infaltables de su repertorio: "Mañana campestre" y "Ando rodando". Entonces llega el turno de Arias de Balderrama y de Mamondes, que recuerda a los changuitos del cerro con una magnífica interpretación de "Baguala del niño".
Camino de ida
Los chicos de la Escuela 246 miran todo con el asombro dibujado en los cachetes. "Ellos viven en el campo, nunca participaron en un encuentro como este", explica el profesor Luis Orellana. La escuela está en La Marta (Burruyacú), paraje ubicado a cinco kilómetros de Finca Mayo. Alumnos y docentes organizaron una rifa para pagar el transporte hasta El Cadillal. La Cooperadora los ayudó con otros gastos. "No podíamos faltar -agrega-. Los chicos les tomaron el gusto a las coplas: apenas llegaban a clases, sacaban las letras y empezaban a cantar".
Cerca de ellos, instalados en los butacones de cemento se distingue a los alumnos de la Escuela 119, de Monteros. La maestra Lorena Salomón se encargó de confeccionar los ponchitos con los que acudieron a la cita (cuello azul para los varones, y rojo y verde para las nenas). "Los usan cada vez que les toca cantar", subraya, orgullosa. En la primera fila, una delegación de Concepción encabezada por el "profe" Daniel Viscarra luce unos tamborcitos fabricados con latas y cartulina.
"Los alumnos están influidos por otros ritmos, así que utilicé distintos elementos pedagógicos para que aprendieran a coplear. Por ejemplo, la presentación de instrumentos", describe Ezequiel Vera, maestro de la Escuela Provincia de Corrientes, de El Chañar. Inconfundible con un chulo blanquinegro, Marcos Méndez anima a sus alumnos de la Escuela 221, de Chuscha. Los chicos de cuarto, quinto y sexto grado se hacen escuchar. "Al principio les mostré las grabaciones de Hugo Rodríguez -indica-. Sólo era cuestión de que encontraran la gracia". Idéntica fue la experiencia de los niños de la Escuela de Ticucho. La maestra Lura Vera destaca que tienen un taller de construcción de instrumentos (sikus y otros de percusión) y manejan un amplio cancionero. A las coplas las incorporaron con absoluta naturalidad.
Todos son unos adelantados respecto de Valladares: poseen la mitad de la edad que ella tenía cuando las bagualeras la hechizaron. Asegura Miriam García que ese es un camino de ida, que la copla se pega y no se va más. En el interior de esos niños, en la sonoridad de lo callado, crece la semilla de la cultura autóctona. Quién sabe hasta dónde llegará ese amor tan insondable y devorador.